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El aprendizaje fuera del aula invita a experimentar, tocar, observar o relacionarse con el medio. De esta forma, aprenden gracias a su propia experiencia lo que resulta fundamental para completar lo que se ve en el aula de forma más intuitiva. El nivel de aprendizaje es mayor que el de una clase convencional. Empiezan a entender la realidad a partir de la observación. El niño ve de primera mano todo lo que desde la escuela no puede aprender sin una experiencia de observación en la que entra en contacto directo con la realidad.

Además, es una ocasión de relación en otro contexto con sus profesoras y compañeras e interaccionar con su entorno natural, cultural y social, para aprender a respetar, por ejemplo, el medio ambiente. Están pendientes unas de otras para recoger papeles al terminar la comida de picnic, que ninguna olvide el abrigo o la mochila al cambiar de lugar, etc. Es decir, favorece la autonomía de las alumnas en contextos que no le son familiares y para los que no tienen puntos de referencia claros sobre lo que hay que hacer porque no se han visto en esas situaciones. Así aprenden a desenvolverse.

Por último, al igual que ocurre con los adultos, todo cambio de rutina ayuda a descansar, a desconectar. Quizá inicialmente están más nerviosas, pero les viene bien y les despeja, además de ser beneficioso para la salud porque rompen con hábitos sedentarios. En esta ocasión, por ejemplo, han caminado mucho por el zoo y han jugado dando una buenas carreras.