20.Marzo.2020 | General | Descargar artículo en PDF
Los sacerdotes del colegio, Don Ignacio, Don Nicolás, Don Federico y Don Gerardo, quieren transmitir a las familias, profesoras y personal no docente del colegio su cercanía y oración.
Tienen la suerte de poder celebrar la Santa Misa diariamente, así que si queréis que recen por alguna intención en especial podéis enviar un mail a [email protected].
A través de este mismo enlace nos irán dejando algunas sugerencias para cuidar la relación con Dios estos días. Él nos ayudará a cuidar de los demás, a cuidarnos a nosotros mismos y a saber gestionar las mil situaciones del día a día que se nos presentan en esta circunstancia especial que estamos viviendo durante este tiempo de Cuaresma que nos prepara para recordar el Misterio Pascual.
Como nos pide el Papa, seguiremos rezando por los enfermos, por todas nuestras familias y para que pase este duro momento para el mundo.
#OremosJuntos por los médicos, el personal de los hospitales y los voluntarios que están dando su propia vida para salvar a los demás. Y por las autoridades, por quienes deben tomar decisiones en este momento. Todas estas personas son los muros que nos defienden en esta crisis.
— Papa Francisco (@Pontifex_es) March 20, 2020
Por si alguien lo desea, los capellanes del colegio estarán disponibles para confesar, en la Parroquia de San Alberto Magno, en los siguientes horarios:
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 43-48
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».
¡Esto sí que es difícil! y lo digo por experiencia propia. Mira Jesús, que cuando alguien me ofende o me trata mal no es que me tire al cuello a morderle la yugular en plan Drácula. Pero cuando veo la oportunidad me desquito y le tiro una de esas miraditas asesinas que aprendí de James Bond. Soy de aquellos que dicen que hay que perdonar, pero no olvidar; que si no luego, la gente abusa de uno. QUE SEA SINCERO Y RECONOZCA SI TRATO A ALGUIEN CON FRIALDAD POR REVANCHA.
Pues es verdad, sí solo trato bien a los que me tratan bien no tengo ningún mérito. Pero me veo sin fuerzas para tratar bien a todos, y más aún para perdonar y no llevar cuenta de las ofensas. Jesús mío, que mi corazón, aunque sea un poco malo, arda en tu Amor. Que sepa perdonar y querer a los demás. ATRÉVETE A IR MÁS ALLÁ DEL PERDÓN Y PIENSA EN TENER DETALLES DE CARIÑO CON AQUELLOS QUE TE CUESTA.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 6, 1-6- 16-18
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará. Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».
Jesús, se nota que me conoces. Cuando hago algo me gusta que me digan que salió bien. Es más, me encanta que me den las gracias y hasta parezco pavo que va por ahí mostrando sus plumas para que los demás se fijen en él. Pero lo que me interesa es quedar bien contigo. Que sepa rectificar la intención, es decir hacer las cosas sólo para quedar bien contigo. PIENSA EN QUÉ SITUACIONES TE PONES COMO EL PAVO.
San Josemaría escribió en el nº 109 de Camino: Si no eres hombre de oración, no creo en la rectitud de tus intenciones cuando dices que trabajas por Cristo. Jesús, que aprenda a irte ofreciendo cada cosa que hago como el estudio, los favores en mi casa, el prestar mis cosas, etc. Y que mejor lugar para ofrecer lo que hago que el ofertorio de la Misa, que te ponga ahí mi día y las distintas actividades que realizo. OFRECE A JESÚS TODAS TUS TAREAS POR INTENCIONES CONCRETAS.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 6, 7-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que lo pidáis. Vosotros orad así: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal”. Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».
Te cuento, Jesús, que cuando era pequeño me gustaba rezar el Padrenuestro sólo para demostrar que me lo había aprendido de memoria. Luego me vino un tiempo en que me parecía aburrido. Pero lo que sucedió fue que me a-burro (es decir me puse burro), y parecía un loro que repite las cosas y no las entiende. Y esta oración es bien bonita, y además se la enseñaste a los apóstoles para que aprendieran a hablar contigo. PIENSA LO QUE LE PIDES A JESÚS EN EL PADRENUESTRO.
Como sabes Jesús, en estos días se está jugando la liga de fútbol y se oyen a los fans de los distintos equipos hacer todo tipo de comentarios. Pero me ha gustado uno: que aunque perdieron echaron corazón. Jesús que yo también le eche corazón cada vez que rece las oraciones vocales (Padrenuestro, Avemaría, Gloria, etc.) aunque a veces pierda, porque se me va la cabeza. REZA CON ATENCIÓN LAS ORACIONES QUE TE SEPAS.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 25-30
En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobres vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Pues depende, Jesús, porque nosotros investigamos poco…, pero cuando una cosa me interesa bien que la busco. Me acuerdo del día en que perdí mi USB, puse toda la casa patas arriba…, todo un lío hasta que lo encontré. Tu Misericordioso Corazón, en cambio, siempre sufre cuando me alejo de Ti, y me manda mensajes y mensajeros para que vuelva. Por eso me sirve tanto mirar el crucifijo de mi habitación y cuando me entran tentaciones de ser una oveja perdida miro la llaga de tu costado, y veo lo que me quieres. MÉTETE EN EL CORAZÓN DE JESÚS Y MIRA CUANTO TE QUIERE.
Quiero consolarte y te doy las gracias por como me consuelas. No deseo ser una carga para Ti, haz que nunca me vaya de tus pies, que no deje nunca la Eucaristía y la oración… Si yo me alegro cuando un amigo mío se vuelve a portar bien, ¡cómo de grande será la alegría del Cielo! Se alegra tu Corazón Sacratísimo y tu Madre, todo el cielo y especial el Ángel dela Guarda del perdido, porque él ayuda a llevar las cosas a Jesús. PROCURA DARLE MUCHAS ALEGRÍAS A JESÚS.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 2, 41-51
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedo en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo. Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron lo que les dijo. Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón.
Hoy en esta fiesta de la Virgen, quiero pedirle un corazón como el de Ella. Santa María, alcánzame la gracia de saber admirarme de Jesús. Entiendo que la vida cristiana es hacer las cosas por amor a Dios, pero muchas veces me doy cuenta de que le quiero muy poco a Dios. Madre mía, cuando me viene la pereza abandono muy fácilmente lo que tengo que hacer, o bien no concreto propósitos, si me enojo pierdo la cabeza, y me cuesta dominarme… Dulce corazón de María sé la salvación mía. PÍDELE A LA VIRGEN QUE SEPAS QUERER DE VERDAD A JESÚS.
Su madre conservaba todo esto en su corazón. Esta frase del Evangelio, Madre mía, me hace pensar en todas las cosas buenas que guardabas en tu corazón: recuerdos de Jesús niño, de Jesús adolescente, tus conversaciones con José, tus deseos de servir a Dios, etc. Sólo guardabas cosas buenas. En cambio, en mi corazón yo a veces guardo cosas buenas mezcladas con tonterías: goles, canciones que me gustan, enfados y hasta recuerdos de pecados. SI QUIERES LA VIRGEN TE CONSEGUIRÁ UN CORAZÓN PURO CON DESEOS DE QUERER A LOS DEMÁS.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 10, 26-33
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay encubierto, que no llegue a descubrirse; ni nada hay escondido, que no llegue a saberse. Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la “gehenna”. ¿No se venden un par de gorriones por uno céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; valéis más vosotros que muchos gorriones. A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos».
El miedo paraliza. A mí ha pasado muchas veces. Hubiera querido una especie de traje a lo Star Wars o una de campo de fuerza que me protegiera de la vergüenza y la pena de no ser como los demás. Una vez, estando con unos amigos que también procuran estar cerca de Dios, me dio pena decirles que rezáramos el Ángelus. ¡Que bajo he caído!, pensé. Nunca me han amenazado de muerte por mi fe, mi me han puesto una espada en la garganta para que me calle. Mis amigos quieren a Jesús como yo, aún así a mí me sigue dando vergüenza que me vean hacer las cosas bien. QUE SEA VALIENTE PARA HACER LO QUE A JESÚS LE GUSTA.
Quizá la vergüenza y la pena de dar la cara por Jesús, viene por tener la cabeza todo el día pensando en mi mismo y en un montón de cosas materiales. A veces me la paso pensando: si tuviera una IPad Air 2, unos audífonos bits, aquellos zapatos, la camiseta origina de mi equipo, etc. Si hasta los cabellos de mi cabeza están contados. JESÚS, AYUDAME A TENERTE EN LA CABEZA JUNTO A LAS COSAS QUE ME GUSTAN.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 7, 1-5
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque seréis juzgados como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: Déjame que te saque la mota del ojo, teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano».
Y esto, ¿por quién lo dices? Seguro para aquellos que te criticaban. Pero ¿también para mí? Seguro que sí. Cuantas veces me dedico a criticar y a dar consejos a todo el mundo de lo que tienen o no tienen que hacer. La verdad es que muchas veces pienso que siempre tengo la razón y que los demás se equivocan y los juzgo. PÍDELE A JESÚS QUE TE HAGA VER TUS DEFECTOS, LA VIGA QUE TIENES EN TUS OJOS.
¡Qué duro; pero que claro eres Jesús! Porque sé que con la misma medida con que mida, seré medido y todavía me agregarán. Espero que, ahora conversando contigo, sea sincero primero conmigo mismo, luego contigo y en la Confesión… Y la verdad que a los demás tengo que disculparlos más. JESÚS QUE RECONOZCA MIS DEFECTOS Y DISCULPE LOS DEFECTOS DE LOS DEMÁS.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 7, 6. 12-14
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; no sea que las pisoteen con sus patas y después se revuelvan para destrozaros. Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas. Entrad por la puerta estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos».
¡Qué mal suena eso de que son muchos los que entran por la puerta que lleva al camino de la perdición! ¡Cómo me asusta y como me gustaría, Jesús, que me digas por cuál camino voy! Pienso que, quizá voy bien; pero no me acuerdo haberme encontrado una puerta tan estrechita -eso dice el DRAE que significa angosta-. Pero lo del tamaño de la puerta, ¿lo dijiste por el tamaño en sí o, más bien, por el esfuerzo que supone recorrer, muy bien, el camino de mi fe? PREGÚNTALE A JESÚS QUE PUERTAS HAS ATRAVESADO HOY.
Si antes sonaba feo que muchos vayan por el camino de la perdición, lo de que son pocos los que encuentran la puerta y el camino que conduce a la Vida parece peor. A mí me gusta vivir bien, pero voy a acudir a la Virgen -que es el camino más rápido y seguro hacia el Cielo-, para que siempre vaya por el camino de la Vida. Además, veo que, sin ser mejor que los demás, muchos amigos van por la puerta del camino ancho… ¡Jesús, que sepa rezar y dar ejemplo para hacer que muchos amigos se salven! A LA VIRGEN SE LA CONOCE COMO LA PUERTA DEL CIELO. HAZTE AMIGO DE ELLA.
Tanto amó Dios al mundo... [LEER MÁS...]
La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con todos vosotros.
Estas palabras de San Pablo nos recuerdan una oración de reconocimiento, adoración y alabanza, que rezamos con frecuencia haciéndonos la señal de la cruz: en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Son un acto de fe, de alabanza y adoración a Dios en el misterio de la Santísima Trinidad. Este domingo celebramos esta realidad de un Dios que se nos ha revelado en la Trinidad de personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Las lecturas de hoy nos lo señalan de una manera muy bella: la primera nos hace ver a Dios Padre como Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad. ¡Qué maravilla! Un Dios que es tan Padre, que siempre perdona: “nunca se cansa de perdonar”, nos recuerda el Papa, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón, de volver a Dios, siempre que haga falta, con ese remedio formidable del sacramento de la confesión. Pero Dios está como un Padre amoroso –a cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos–, ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo... y perdonando. Seguro que recordarás estas palabras de San Josemaría al hablarnos del gran amor que Dios Padre nos tiene.
Y mira lo que nos dice Jesús en el Evangelio que hoy leemos:
Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Jesús, el Hijo de Dios, es una muestra más del amor de Dios hacia nosotros: se encarnó, es decir se hizo uno como nosotros, tomó nuestra carne humana, y dio su vida por nosotros. Este hecho maravilloso es lo que hemos recordado estos días de Cuaresma y de Pascua pasados: Jesús, por amor a nosotros, se entregó y dio su vida para salvarnos, para que pudiéramos vivir la vida de hijos de Dios, para hacernos buenos, y para tener en Él un ejemplo de vida.
Por eso es tan importante conocer, tratar, enamorarnos de Jesús y procurar ser como Él. Y esa es la tarea del Espíritu Santo en nuestros corazones: es el Santificador, como recordábamos la semana pasada el día de Pentecostés.
Ya ves que hemos repasado el sentido de esa oración: en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Dios Uno y Trino. Un solo Dios y tres Personas divinas distintas a las que podemos tratar, acudir como el mismo Dios. Y siempre con confianza, con cercanía: como el mejor de nuestros amigos, como el Amor más grande al que merece la pena amar y fiarse de Él. Como el Ser que siempre nos sostiene y piensa en nosotros. Por eso nos decía San Josemaría, con gran fuerza -que era consecuencia de su propia experiencia-:
Es preciso convencerse de que Dios está junto a nosotros de continuo. –Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado.
Y en otra ocasión:
¡Solo! –No estás solo. Te hacemos mucha compañía desde lejos. –Además..., asentado en tu alma en gracia, el Espíritu Santo –Dios contigo– va dando tono sobrenatural a todos tu pensamientos, deseos y obras.
Qué bueno es que tú y yo nos decidamos a tener esa vida sobrenatural, esa vida interior, esa vida espiritual de trato con Dios, con naturalidad, a lo largo del día: cuando nos levantamos y ofrecemos las obras, cuando estudiamos, cuando estamos con la familia o con los amigos, en la diversión y en algún momento de dolor… Todo nos ha de servir para tratar con cercanía, sabiendo que nos ve, que nos escucha que nos atiende y nos entiende, a ese Dios que nos ha creado y se preocupa constantemente de lo nuestro. Unas veces porque damos gracias, otras porque ofrecemos algo, otras porque pedimos por alguna necesidad, a veces porque pedimos perdón…
También nos decía San Josemaría:
La gente tiene una visión plana, pegada a la tierra, de dos dimensiones. –Cuando vivas vida sobrenatural obtendrás de Dios la tercera dimensión: la altura, y, con ella, el relieve, el peso y el volumen.
Y seguro que, como en todo, la Virgen nos sirve de modelo y de ayuda. Pídela que te animes a tener una conversación frecuente con Jesús, que sigas las inspiraciones del Espíritu Santo en tu alma, como Ella, para poder vivir como una buena hija de Dios.
"Se llenaron todos de Espíritu Santo..." [LEER MÁS...]
Leemos estas palabras de San Lucas dentro del relato que nos hace, en Los Hechos de los Apóstoles, de ese suceso impresionante, singular, extraordinario, que tuvo lugar en el Cenáculo, estando los Apóstoles unidos en oración, junto a la Virgen, el día de Pentecostés, cincuenta días después de la Resurrección de Jesucristo. Y nos lo relata en detalle. Mira:
Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados.
Con esta descripción real de lo que ocurría nos hace ver la fuerza extraordinaria, poderosísima, invencible, de la gracia de Dios, de la intervención del Espíritu Santo en nuestras almas. Dios puede cambiar aquello que nosotros pensamos que es imposible: nuestras debilidades, esas enfermedades del alma que nos llevan a ser envidiosos o perezosos, a no querer a los demás lo suficiente, a no sufrir una corrección con humildad, a ser muy cómodos, o a buscar solo nuestro bien dejándonos llevar por el egoísmo, a maltratar a los demás… (y ahí podemos poner cada uno de nosotros, nuestros propios pecados, aquello que nos aparta de Jesús y de los demás).
Pues El Espíritu Santo, Dios, puede curarnos, fortalecernos, darnos las armas y la energía que necesitamos para vencer en esas luchas, pequeñas o grandes que mantenemos a lo largo del día. Solo es cuestión de acogernos a su ayuda, bien pidiéndole su gracia, o también siendo dóciles, obedeciendo sus inspiraciones: aquellas luces, aquellas sugerencias, aquellas voces que escuchas dentro de tu corazón para actuar bien en todas las circunstancias, a lo largo de todo el día.
Después dice San Lucas: Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos.
El fuego del Espíritu Santo es el fuego del Amor de Dios en nuestros corazones que nos permite amar como ama Él a los demás. Recordaras que Jesús nos dijo “Que os améis los unos a los otros como yo os he amado”. Tú seguramente habrás pensado, como yo, que es imposible amar como Jesús: ¡Él es tan bueno! Y, además, es Dios. Pero Él no pide imposibles y con ese mandato nos da también la fuerza, la gracia para cumplirlo.
Podemos pensar: “yo no puedo, pero con la gracia del Espíritu Santo, sí”. Eso es lo que hicieron los santos, no confiar en sus fuerzas sino en la gracia del Espíritu Santo. Por eso procuraban ser amigos de Jesús en la oración, comulgar con frecuencia, y se confesaban también con frecuencia. Es decir, acudían a la gracia del Espíritu Santo que se nos ofrece en los sacramentos y cuando la pedimos en la oración. Por eso, el pasado miércoles, nos decía el Papa Francisco:
La oración es vivida por una multitud de justos y el poder de Dios pasa por estos hombres y mujeres que, a menudo, son incomprendidos o marginados por sus contemporáneos. Pero, gracias a la oración de ellos, Dios muestra su misericordia y muestra su bondad al mundo. Su oración trasforma el desierto del odio en un oasis de vida y paz.
Y, por último, dice San Lucas: Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse.
Es una manera de mostrar que donde actúa el Espíritu Santo, si le permitimos que lo haga en nuestras vidas, siempre hay concordia, paz, alegría. Se vive la caridad, la paciencia, la mansedumbre, la comprensión (estamos recordando los frutos del Espíritu Santo que estudiamos en el catecismo), no hay disputas, nos entendemos entre nosotros. Así ocurrió entre los que había ese día de Pentecostés en Jerusalén: dice San Lucas que todos los extranjeros estaban asombrados porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Se entendían entre sí.
Ya ves que compensa tratar más al Espíritu Santo, hacer como nos aconsejaba San Josemaría:
No olvides que eres templo de Dios. –El Paráclito (el Espíritu Santo) está en el centro de tu alma: óyele y atiende dócilmente sus inspiraciones.
La Virgen María fue especialmente dócil a las inspiraciones. Pídele que tú también sepas decir como Ella: Hágase en mí según tu palabra.
Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos»... [LEER MÁS...]
Son las últimas palabras que pronuncia Jesús, antes de su Ascensión a los Cielos, fiesta que celebramos hoy.
Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos
Nos promete, y su palabra no puede fallar, su asistencia, su compañía permanente, en nuestras vidas, en el día a día de nuestro trabajo, descanso, relaciones familiares o de amistad. Y también en los momentos agradables o dificultades que trae la vida: ¡siempre!
Una muestra de su presencia la tenemos en la Eucaristía, y en cada uno de los sacramentos. Él se nos hace presente también a través de su Iglesia (¿recuerdas como se define?: la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo, es decir: no es visible con los ojos de la carne pero es un cuerpo real y efectivo). Jesucristo actúa a través de su Iglesia, acogiéndonos en la fe desde el Bautismo y también enseñándonos su Palabra, guardando para nosotros su doctrina y proporcionándonos su asistencia directa a través de los Sacramentos.
Pero conviene que esa presencia de Cristo en nuestras vidas sea reconocida, que la experimentemos cada uno en sí mismo porque acudimos a Él habitualmente. Eso sabes que lo conseguimos con nuestra vida de oración, siendo almas que aman a Jesús presente en la Eucaristía y viviendo, tratando de vivir, imitando su vida, su modo de obrar: siendo, como San pablo nos decía, otros Cristos.
Jesús está con nosotros, Él nos lo prometió. Pero ¿y nosotros?, ¿estamos con Él? ¿Procuramos su compañía? ¿Vivimos con Él como la mejor de sus amigas?
Es necesario, para vivir esa seguridad de su compañía, que mantengamos constante el esfuerzo de tratarle. No podemos decir que somos amigas de una persona si no la tratamos, si no nos esforzamos en conversar, preguntarle cómo está, cómo es su familia, saber de sus aficiones, de sus proyectos de vida… En definitiva, la amistad requiere trato: ¡pues con Jesús lo mismo!
En la Escritura se lee que: Un amigo fiel es un refugio seguro, y quien lo encuentra ha encontrado un tesoro.
No olvides que el gran tesoro que tenemos en nuestra vida es la amistad con Jesús. Mira la experiencia de San Josemaría, que podemos hacer nuestra. Decía en un punto de Camino:
Me has escrito, y te entiendo: "Hago todos los días mi «ratito» de oración: ¡si no fuera por eso!"
Y el pasado miércoles, el Papa nos alentaba a no dejar nuestra amistad con Dios a través de la oración. Nos decía:
La oración es la primera fuerza de la esperanza. Tú rezas y la esperanza crece, avanza. Yo diría que la oración abre la puerta a la esperanza.
Los hombres y mujeres de oración llevan en sus rostros destellos de luz: porque incluso en los días más oscuros el sol no deja de iluminarlos. La oración te ilumina: te ilumina el alma, te ilumina el corazón y te ilumina el rostro. Incluso en los tiempos más oscuros, incluso en los tiempos de dolor más grande.
Vamos por eso a hacer el propósito de no abandonar ningún día nuestro rato de oración. Y lo hacemos junto a María para que nos ayude a perseverar. El Prelado del Opus Dei, Monseñor Ocariz nos decía recientemente, refiriéndose a nuestra Madre:
San Lucas dice de la Virgen: “Conservaba todas estas cosas -las que se refieren a Jesús-, meditándolas en su corazón". María reza: su conversación con Dios es contemplación y diálogo de amor. Es amistad con Dios.
Estas palabras de Jesús, dichas a Tomás y en presencia de los demás apóstoles, en el Cenáculo, durante la Última Cena, mientras les consolaba haciéndoles ver que no debían tener miedo a su partida, son muy apropiadas para renovar ese empeño de conocerle más a través de la lectura del Evangelio. Meta que nos hemos propuesto más de una vez y que hoy renovamos. [LEER MÁS...]
Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Nos dice estas tres palabras que son todo un programa, un proyecto, para nuestras vidas, y en todas las situaciones en que nos encontremos. En la normalidad: en nuestra asistencia a clase en el colegio, en nuestra vida en familia, en el deporte, cuando hacemos visitas a los familiares o cualquier tipo de relación social, en los juegos con los amigos… Y también en las situaciones difíciles, como nos ocurre ahora que estamos con menos libertad de movimiento o sufriendo alguno de los efectos de esta epidemia que padecemos…
Él es el Camino, nos dice en primer lugar. En todo momento sabemos que Jesús es la orientación en nuestras vidas, la luz que permite que entendamos mejor cómo actuar: vivir la paciencia, la entrega a los demás con generosidad, como aprovechar el tiempo sin dejarnos vencer por la pereza o el desánimo…
Jesús es el faro que indica la dirección que hemos de seguir para no perdemos: ¿recuerdas los faros de las costas? Facilitan a los marineros saber donde se encuentran, cómo llegar a puerto: les da seguridad para no estrellarse contra las rocas, incluso cuando el tiempo no es favorable. Mirando a Jesucristo en el Evangelio aprenderemos de Él qué hemos de hacer con nuestra vida, qué decisiones tomar. También nos ayuda a rezar con perseverancia como Él hizo (y no solo en la oración en el huerto, pues le vemos con frecuencia cómo se retiraba a hacer oración). Él siempre nos muestra, con su vida y sus palabras, el camino a seguir.
Jesús es la Verdad. Y nos enseña a ser muy amigos de la verdad: ¡siempre! No tengas miedo a la verdad, aunque la verdad te acarree la muerte.
Son palabras de San Josemaría, quien había aprendido de Jesús a nunca decir mentiras.
Seguramente no será necesario elegir entre la verdad y la muerte, pero tantas veces lo que nos ocurre es que nos cuesta quedar mal ante los demás, o preferimos fantasear, que piensen que somos estupendos en esto o en lo otro… O no nos atrevemos a enfrentarnos con sus consecuencias: decir la verdad muestra a los demás que procuramos vivir como buenas hijas de Dios, que nos esforzamos por evitar el pecado, no hablando nunca mal de los demás, y menos a sus espaldas… Y eso a veces está mal visto entre algunas amistades o círculos en los que nos movemos, y tememos que nos tomen por unas personas comprometidas con Dios, ¡con la Verdad! pues eso no está de moda. A esto se refiere el Papa cuando nos dice que debemos de saber vivir, actuar en todo momento “contracorriente”, a pesar de que no sea lo habitual en nuestro entorno.
También la verdad nos puede llevar a cargar con nuestra responsabilidad ante algo que hemos hecho mal, y tenemos la valentía de decir que hemos sido nosotras… Ya ves que la verdad debemos vivirla con valentía, estar siempre comprometidas con la verdad. Así actuaron los primeros cristianos, jugándose tantas veces la vida por ser sinceros, coherentes con la Verdad.
«Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres»
Son palabras de Jesús. Y son un motivo más que nos ofrece Jesús para ser amigas de la verdad, para ser siempre sinceras, en todas las situaciones, en lo grande y en lo pequeño, quedemos bien o quedemos mal, y no solo con nuestros padres: eso en primer lugar. Siempre tenemos que tener una gran confianza con ellos, y que ellos, a su vez puedan confiar en nosotros… Pero la sinceridad la hemos de vivir con todo el mundo. Hemos de aborrecer con fortaleza cualquier tipo de mentira: ni aquellas que llamamos piadosas: ¡no hay mentira piadosa! Hemos de pensar que el amigo de la mentira, el mayor aliado de la mentira es el demonio, y ser amigos de la mentira es de alguna manera ser amigos, aliados del demonio. Y tu y yo queremos ser siempre los amigos de Dios, y Él es la Verdad y desea que seamos siempre muy sinceros. Y amando la verdad seremos libres, más capaces de ser felices y que los demás puedan confiar en nosotros, y de esta manera podremos ayudar mejor.
Y, por último, Jesús se nos propone como la Vida. La vida es algo que engloba todo lo que anhela nuestro corazón: no es solo existir, sino existir con un motivo, para algo, para ser felices haciendo felices a los demás. Y sabemos que esa vida se la debemos a Dios que quiere que la tengamos en abundancia, y que sea perenne, eterna, y que demos muchos frutos. En una planta, la savia es esa sustancia que alimenta y da fuerza, vida, a toda ella, por eso Jesús nos puso el ejemplo de la vid y los sarmientos, haciéndonos ver que tendremos savia, daremos frutos, seremos felices, si estamos bien unidos a la vid, a Jesucristo. Y así nos pasará como a las plantas: las ramas dan frutos, y esas hojas preciosas de diversos tonos de color, y esas flores bellísimas, porque reciben la vida de la savia, ese elemento vivificador que les suministra el tronco y las raíces.
Vamos a terminar haciendo el propósito de estar siempre muy unidas a Jesús: meditando el Evangelio, todos los días un ratito, para conocerle y amarle cada día más. Y así poder parecernos a Él y tener vida abundante y darla a los demás. Como vemos en nuestra Madre, la Virgen María: nos dio lo mejor que tenía, al mismo Jesús.
El buen pastor da su vida por las ovejas...[LEER MÁS...]
Jesús es nuestro Maestro, así le consideraban con gran respeto sus discípulos y todo aquel que se acercaba a escucharle. Nos muestra con sus palabras y con su vida cómo hemos de vivir para ser buenos hijos de Dios, ser felices aquí en la tierra y lograr la vida eterna, el cielo.
Como buen maestro nos hablaba tantas veces contando ejemplos de la vida corriente, historias o anécdotas con el fin de entender mejor aquellas verdades que nos quería mostrar, a veces muy profundas y, por ser espirituales, difíciles de entender. Son las llamadas parábolas. Recordarás seguro la parábola del hijo pródigo, del buen samaritano, de la oveja perdida, del grano de trigo, de los viñadores homicidas… Incluso Él se nos mostró como parábola viva cuando lavó los pies a los apóstoles, haciéndonos ver qué es amar: servir a los demás; y que así debíamos comportarnos nosotros unos con otros.
Pues el evangelio de hoy hace referencia al Buen Pastor. Ese pastor que cuida de cada una de las ovejas: le interesas tú personalmente, ¡te quiere a ti!, me quiere a mí, a cada uno. Y de una manera infinita, inmensa, grande, como solo Dios puede amar. Da la vida por sus ovejas, y una por una… (ya lo hemos recordado en Semana Santa, viendo a Jesús morir por nosotros en la Cruz). Las conduce a buenos pastos, las da el alimento necesario de su Palabra y de su Cuerpo (a través de la oración y la Santa Misa). Hoy nos recuerda incluso que ÉL es el que nos abre la puerta del aprisco, del lugar donde pueden descansar las ovejas, para reponer las fuerzas, alimentarse y estar seguras.
Estando con Jesús, estamos seguros, vencemos mejor las tentaciones de pereza, de egoísmo, de envidia, de cualquier tipo que podamos tener. Pero para conseguir eso hemos de estar dentro del rebaño, no hacer como la oveja que se perdió: fue a lo suyo, no quiso saber nada de Jesús, del Buen pastor.
Y así le fue: con peligro de que le comieran los lobos, de despeñarse en algún barranco: ¡por tonta! Pero, a pesar de todo Jesús la buscó. Jesús nos busca. Nunca podemos considerarnos perdidos: siempre tenemos el gran remedio de la confesión (ahora, hasta que termine el confinamiento, como ya vimos: a través de los actos de contrición con el propósito de confesarnos cuanto antes podamos).
Además, hemos de considerar dos cosas: la primera, que estar con Jesús en el rebaño es gozar con las cosas buenas que Él nos ofrece: ser buena persona, esforzarnos por portarnos bien, luchar por ser buenas hijas de Dios, haciendo lo que Jesús nos pide, nos da alegría, nos hace felices. Lo tienes bien experimentado. Es lo que decía San Josemaría:
“Lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado”.
Y además (la segunda cosa) conocer más a Jesús y procurar vivir como Él vivió nos da seguridad, paz, hace que hagamos bien a nuestro alrededor, como Él hizo durante su vida en la tierra. Se puede cumplir en nuestra vida lo que también nos decía San Josemaría en el primer punto de Camino:
“Que tu vida no sea una vida estéril. –Sé útil. –Deja poso. –Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu amor. Borra, con tu vida de apóstol, la señal viscosa y sucia que dejaron los sembradores impuros del odio. –Y enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el corazón”.
A eso se refería el papa Francisco cuando, estando en Polonia en la JMJ, nos hablaba de ser generosos, de no dejarnos llevar por esa parálisis del egoísmo. Nos alertaba de uno de los peores males que se nos puede meter en la vida, especialmente en la juventud. Y nos decía que esa parálisis del egoísmo, del ir a lo nuestro, que “nos va haciendo perder el encanto de disfrutar del encuentro, de la amistad; el encanto de soñar juntos, de caminar con otros. Nos aleja de los otros, nos impide dar la mano”.
Como a veces nos ocurre: nos encerramos en nuestras zonas, en nuestros momentos de confort, de comodidad sin atender a las necesidades de los otros. Es una parálisis peligrosísima “que nos cuesta mucho descubrir. Me gusta llamarla la parálisis que nace cuando se confunde «felicidad» con un «sofá/canapé». Sí, creer que para ser feliz necesitamos un buen sofá. Un sofá que nos ayude a estar cómodos, tranquilos, bien seguros, que nos garantiza horas de tranquilidad para trasladarnos al mundo de los videojuegos y pasar horas frente a la computadora. Es probablemente la parálisis silenciosa que más nos puede perjudicar, que más puede arruinar a la juventud. Y, poco a poco, sin darnos cuenta, nos vamos quedando dormidos, nos vamos quedando embobados y atontados”.
Seguro que ya estás haciendo tus propósitos junto a Jesús: no voy a dejarme adormecer por la comodidad, por el egoísmo. Seré más generosa con mis hermanos, con mis padres, los abuelos, con mis amigos… Y además en detalles concretos, en los que sabes que necesitan de ti.
Qué bonito es ver cómo el Papa nos proponía, para superar esta parálisis, un modelo maravilloso que durante este mes lo vamos a tener muy presente: nuestra Madre, la Virgen María y nos decía de Ella:
En la vida, muchas veces es difícil tomar decisiones y por eso tendemos a posponerlas; o incluso preferimos dejarnos arrastrar por los acontecimientos; a veces sabemos lo que deberíamos hacer, pero no tenemos valor, porque nos parece demasiado difícil ir contracorriente… María no tiene miedo de ir contracorriente: con el corazón firme en la escucha, decide, asumiendo todos los riesgos, pero no sola, sino con Dios.
Y, nos hacía mirar cómo actuó nuestra Madre con su prima Santa Isabel, cuando sabe que estaba esperando un hijo (San Juan Bautista) y decide ir a ayudarla:
María se puso en camino «de prisa…». A pesar de las dificultades y de las críticas que pudo recibir, no se demora, no vacila, sino que va, y va «de prisa», porque en ella está la fuerza de la Palabra de Dios. Y su actuar está lleno de caridad, lleno de amor: esta es la marca de Dios. María va a ver a Isabel, no para que le digan que es buena, sino para ayudarla, para ser útil, para servir. Y en este salir de su casa, de sí misma, por amor, se lleva lo más valioso que tiene: Jesús, el Hijo de Dios, el Señor.
...porque atardece y el día va de caída...[LEER MÁS...]
Estas palabras del Evangelio del Tercer Domingo de Pascua, nos recuerdan (como las otras lecturas de la Misa) donde debemos poner nuestra esperanza cotidianamente, ante cualquier situación que afrontamos cada día: pedirle a Jesús que nos acompañe.
Sabes que estas palabras las dicen unos discípulos de Jesucristo que, después de su muerte, se marchan entristecidos de Jerusalén y se vuelven a su pueblo. Jesús les sale al encuentro y les descubre, conversando con ellos, el sentido de su Muerte y Resurrección. Después de esta conversación, se encuentran tan animados por sus palabras que le piden que no se vaya, que se quede con ellos…
Es lo que nos pasa a nosotros también: estar con Dios, vivir en su presencia, da seguridad a nuestras vidas, nos ayuda a ver las cosas con más claridad, qué debemos hacer, cómo reaccionar ante los sucesos, sean agradables o desagradables, o ante las actuaciones de las personas que nos rodean, o ante esa petición de un familiar o de un amigo que necesita de nuestra ayuda, o cuando nuestro estado de ánimo flojea y no tenemos ganas de trabajar o de vivir esas normas de piedad que nos habíamos propuesto, o incluso flojeamos en una virtud y vemos que le estamos fallando al Señor.
En todas esas situaciones, la presencia de Dios, el saber que Jesús está a nuestro lado y acudir a Él siempre, ¡con confianza plena! es la tabla, el salvavidas que nos ayuda a salir a flote y recuperarnos con más ganas aún. Pero es necesario que no nos olvidemos nunca de eso: Jesús camina a nuestro lado como con los discípulos de Emaús, nos orienta y nos da la valentía para luchar, la fuerza para seguir adelante con alegría y optimismo. Su gracia nunca nos falta. Somos nosotros los que debemos buscar su compañía, no apartarnos de Él. Y en momentos de dificultad, de tentación, de caídas… ¡con más razón!
Mira, es este un motivo más para que no olvides tu propósito de hacer oración todos los días: al menos un ratito -diez o quince minutos-. Buscas, como recordamos en otra ocasión, el momento y el lugar… y habla con Jesús. Podrás preguntarme: ¿y qué le digo? Y te respondo con este consejo de San Josemaría que nos propone en un punto de Camino:
Me has escrito: "orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?" –¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte: "¡tratarse!"
Ya ves que no es tan difícil. Es cuestión de ponerse a ello: tu busca ponerte en presencia de Dios: Señor, Jesús, le puedes decir, creo firmemente que estás aquí, conmigo, que me ves, me oyes, ¡me escuchas siempre! Te quiero con todas mis fuerzas, con todo mi corazón. Y te pido ayuda para que pueda escucharte y sentir tus inspiraciones en mi corazón, abierta a lo que me puedas pedir, con generosidad. O le puedes decir algo parecido, que te salga del corazón. Y una vez, en presencia de Dios, comienzas tu conversación con Él. Unas veces con algo que ya tienes en el corazón y deseas hablar con Él, y otras leyendo un pasaje del Evangelio o algún libro espiritual que te sugieran temas de conversación con Él.
Y así se va desarrollando tu oración y verás cómo el Señor te sugiere tantas cosas y despierta en tu alma un cariño más fuerte hacia Él, hacia los demás, y además te soplará algún que otro propósito, un cambio de vida en algún tema que ves con Él que tienes que dar: en la sinceridad, en la generosidad, en el orden, o algún detalle de caridad o del vencimiento de la pereza…
Todo esto lo veremos más sencillo si sabemos que el mismo Jesús reza, pide por nosotros al Padre, y su oración es omnipotente. Fíjate en lo que le dijo a San Pedro -así nos lo recordó el Papa recientemente-:
A Pedro le dijo: “yo he rogado por ti «para que tu fe no desfallezca»”. Este es el secreto de Pedro: la oración de Jesús. Jesús reza por Pedro, para que su fe no desfallezca y pueda —dice Jesús— confirmar a sus hermanos en la fe. Jesús reza por Pedro.
Y lo que Jesús hizo con Pedro, lo hace con todos nosotros. Jesús reza por nosotros; reza ante el Padre. Estamos acostumbrados a rezar a Jesús para que nos dé esta gracia, esa otra gracia, para que nos ayude, pero no estamos acostumbrados a contemplar a Jesús que hace ver sus llagas al Padre, a Jesús, el intercesor, a Jesús que reza por nosotros. Y Pedro fue capaz de hacer todo este camino, pasar de ser cobarde a ser valiente, con el don del Espíritu Santo gracias a la oración de Jesús.
Ya ves que esa confianza nuestra en la oración tiene un fundamento fuerte: Jesús siempre nos escucha y le presenta nuestros buenos propósitos al Padre para ayudarnos a vencernos mejor. Así la oración siempre será eficaz, producirá frutos en nuestra vida, nos hará mejores, pues es una oración con Jesús, con toda la fuerza de su poder.
Además, a mí me gusta pensar una cosa que quizá te ayude a ti también: cómo sería la oración de la Virgen. Que seguridad, que confianza, que paz, que capacidad de ser generosa transmitiría a toda su vida. Ella vivía en una continua presencia de Dios porque era alma de oración, porque cuidaba sus momentos de oración diarios, dedicados a Dios exclusivamente. Pídele a Ella que tu sepas hacer lo mismo y seguro que te ayudará a ser fiel a tus ratos de oración.
Este Segundo Domingo de Pascua celebramos de manera especial la Misericordia divina. San Juan Pablo II quiso instituir esta conmemoración pensando en que es el segundo nombre del Amor de Dios, el modo en que vemos, de manera especial, el amor de Dios sobre nosotros...[LEER MÁS...]
Ya se nos mostraba así en el Antiguo Testamento. En la Escritura se recuerda con frecuencia al Señor como lleno de misericordia, un Dios “lento a la cólera y rico en piedad”.
El Papa Francisco, cuando estuvo en Cracovia, en Polonia, en la última Jornada Mundial de la Juventud (conocida como JMJ) en el año 2016, dijo precisamente, al visitar el Santuario dedicado a la Divina Misericordia:
“El Señor hoy nos quiere hacer sentir más profundamente su gran misericordia. Nunca nos alejemos de Jesús. Aunque pensemos que por nuestros pecados o nuestras faltas somos lo peor. Así nos prefiere él, así su misericordia se derrama. Aprovechemos este día para recibir todos la misericordia de Jesús”.
También en esa visita dedicó unos momentos a confesar a varios jóvenes que esperaban a que la gracia de Dios inundara sus corazones.
Sabemos como la Misericordia de Dios es un rasgo, un modo de ser que Jesús manifestaba en todo momento: se compadecía por las muchedumbres, perdonó a la pecadora que querían castigar los fariseos, facilitó la conversión de la samaritana conversando con paciencia con ella, llamó a Mateo, considerado como pecador público, a ser apóstol y dejando claro que no había venido a buscar a los se creían justos sino a los que se sabían pecadores y querían convertirse, volver de nuevo al amor de Dios. Precisamente esta escena es la que dio lugar, motivó el lema del Papa Francisco para su escudo papal, como explicó en más de una ocasión. Nos decía así:
Pasando delante del banco de los impuestos, los ojos de Jesús se posan sobre los de Mateo. Era una mirada cargada de misericordia que perdonaba los pecados de aquel hombre y, venciendo la resistencia de los otros discípulos, lo escoge a él, el pecador y publicano, para que sea uno de los doce. San Beda el Venerable, comentando esta escena del Evangelio, escribió que Jesús miró a Mateo con amor misericordioso y lo eligió: miserando atque eligendo. (así se dice en latín, y significa: mirándolo con misericordia, lo eligió). Siempre me ha cautivado esta expresión, tanto que quise hacerla mi propio lema.
Es un buen ejemplo para considerar que esa misma mirada de compasión la tiene Jesús contigo y conmigo. Que está siempre dispuesto a acogernos, a perdonar, a pesar de que le fallemos tantas veces. Y esa misma consideración nos llevará, no solo a volver a Él siempre que haga falta, contritos, arrepentidos, sino también a vencernos con más energía, con más ganas, con un decidido empeño, a luchar por no defraudarle, por corresponder con amor a tanto amor de Jesús: mejorando en nuestras virtudes, luchando por ser más generosas, más trabajadoras, más sinceras...
Alguna puede pensar: si Jesús siempre me perdona, que más da que me porte mal, siempre encuentro el remedio pidiéndole perdón en la confesión. Y no es verdad, por dos razones. Primero porque cuando se ama, no es igual rectificar que no corregirse. La segunda es que, cuando no se ama, no sentimos la necesidad de pedir perdón, ni de corregirnos. El pecador que no se arrepiente ama poco a Dios, no quiere experimentar su misericordia, no siente la necesidad de desagraviar, de pedir perdón: o por soberbia o por falta de amor. Ocurre lo mismo con las personas a las que queremos. Si las ofendemos tratamos de pedir perdón cuanto antes, de corregirnos en nuestra conducta hacia ellas y vuelve la paz y la armonía, la confianza, la concordia.
Tenemos estos días la pena de no poder experimentar con mayor realismo ese amor de Jesús por nosotros, como palpándolo con las manos y viéndolo con los ojos, pues nos faltan el sacramento de la Eucaristía y el de la confesión, por el confinamiento al que estamos sometidos. Pero no podemos dudar del amor que Jesús siente por nosotros, pues lo sabemos precisamente más cercano en las pruebas que permite que pasemos. Y esta es, sin duda, una prueba, una contradicción seria.
Por eso es bueno recordar que tenemos dos estupendos instrumentos para seguir viviendo esa cercanía y experimentar su misericordia. Nos lo ha recordado el Papa: la comunión espiritual y el acto de contrición sincero. Mira lo que nos dijo sobre el acto de contrición (al comienzo de la pandemia precisamente):
"Si no encuentras un sacerdote para confesarte, habla con Dios, que es tu Padre, y dile la verdad: ‘Señor, he hecho esto, esto, esto... Perdóname’, y pídele perdón de todo corazón, con el acto de dolor y prométele: 'Me confesaré después, pero perdóname ahora'".
Ya ves que tenemos un buen remedio hasta que podamos recibir personalmente el sacramento de la penitencia: repasar qué cosas han ofendido a Jesús, pedirle sinceramente perdón, de corazón, y hacer el propósito de confesarnos de ello en la primera ocasión que podamos.
Si lo piensas bien es algo que podrías hacer todas las noches: un pequeño examen de conciencia: miras que le ha podido disgustar a Jesús en el día y haces el acto de contrición y el propósito de confesarte después, cuando puedas, y de esforzarte al día siguiente para mejorar. Y si quieres un último consejo busca al final de tu examen una meta, un propósito para el día siguiente y le pides ayuda a la Virgen, nuestra Madre, para que de verdad te esfuerces en ello y venzas. Seguro que su ayuda no te faltará y ¡vencerás!
Os dejamos un video que nos ayuda a comprender que la cruz de Cristo ha cambiado el sentido del dolor y del sufrimiento humano. De todo sufrimiento, físico y moral. Ya no es un castigo, una maldición. Ha sido redimido en raíz desde que el Hijo de Dios lo ha tomado sobre sí. ¿Cuál es la prueba más segura de que la bebida que alguien te ofrece no está envenenada? Es si él bebe delante de ti de la misma copa. Así lo ha hecho Dios: en la cruz ha bebido, delante del mundo, el cáliz del dolor hasta las heces. Así ha mostrado que éste no está envenenado, sino que hay una perla en el fondo de él. [LEER +/-]
Si queremos, como dice el video, podemos -con la ayuda de Dios y nuestro esfuerzo- cambiarle el guión a nuestra vida. Que buena ocasión es esta Pascua para poner un acento distinto a cada día, para volver a empezar con nuevos sueños para la vida familiar y personal.
Cuentan, que mientras pintaba al fresco la catedral de San Pablo en Londres, el pintor James Thornhill, en un cierto momento, se sobrecogió con tanto entusiasmo por su fresco que, retrocediendo para verlo mejor, no se daba cuenta de que se iba a precipitar al vacío desde los andamios. Un asistente, horrorizado, comprendió que un grito de llamada sólo habría acelerado el desastre. Sin pensarlo dos veces, mojó un pincel en el color y lo arrojó en medio del fresco. El maestro, estupefacto, dio un salto hacia adelante. Su obra estaba comprometida, pero él estaba a salvo.
Así actúa a veces Dios con nosotros: trastorna nuestros proyectos y nuestra tranquilidad, para salvarnos del abismo que no vemos. Pero atentos a no engañarnos. No es Dios quien ha arrojado el pincel sobre el fresco de nuestra orgullosa civilización tecnológica. ¡Dios es aliado nuestro, no del virus! Tengamos sueños grandes que con la gracia de Dios se harán realidad.
Nos gustaría compartir con vosotros un vídeo, que sin lugar a duda impresiona. Es verdad que no hemos sufrido un accidente como el de este chico, que no nos hemos quedado paralíticos, pero también es verdad que nuestra vida -la de todos- ha sufrido grandes cambios. Este vídeo presenta una reflexión que nos puede ayudar a cada uno de nosotros a reflexionar si estamos preparados a considerar cómo planteamos nuestra vida. Al mismo tiempo nos invita a examinar si las herramientas que estamos empleando, ahora y en nuestra vida son las correctas o tenemos que cambiar alguna.
El vídeo nos cuenta la celebración de los 25 años de boda que Azahara y Pascual organizan para sus padres que son invidentes, y los dos jóvenes decidieron organizarles una sorpresa. Al carecer de la visión, sus hijos organizan un celebración para los cuatro sentidos que sí pueden usar. “Nuestros padres nos enseñaron que hay dos maneras de tomarse la vida. Puedes vivirla lamentándote de todo lo que te falta, quejándote por el sentido que la vida no te dio, o aprovechando al máximo lo que sí tienes”, concluye el hijo mayor.
Si durante estos días, aprovechamos los 6 sentidos que tenemos (el sexto es el de la imaginación) que agradable podemos hacer estos días de cuarentena para los que conviven con nosotros.
Durante estas semanas de pandemia, hay un mensaje que constantemente está en las redes sociales, en los medios de comunicación: juntos podemos. Este mensaje ha dado lugar a una canción: resistiré, que todas las tardes, a las 20.00, escuchamos desde nuestros balcones y ventanas.
Es verdad juntos podemos, juntos resistimos. Pero, no podemos nosotros por nuestras solas fuerzas, podemos si de verdad contamos con Él, con Jesús. Os dejamos un video que hace ver que los MILAGROS EXISTEN. Y es que cuando todos juntos acudimos a Jesús, los Milagros existen. Ya me lo decía un sacerdote hace tiempo: TU REZA, QUE PASAN COSAS. Pues en este video, gracias a la iniciativa de uno, todos juntos consiguieron el MILAGRO.